XIV Domingo T.O.

P. Ruiz Verdú OFM

Oración colecta
DIOS NUESTRO, QUE POR LA HUMILLACIÓN DE TU HIJO LEVANTASTE A LA HUMANIDAD CAÍDA; CONCÉDENOS UNA SANTA ALEGRÍA, PARA QUE, LIBERADOS DE LA SERVIDUMBRE DEL PECADO, ALCANCEMOS LA FELICIDAD QUE NO TIENE FIN.

Tenemos motivos más que suficientes para acudir al Señor para que Él levante y fortalezca nuestra humanidad inclinada al pecado y nuestro ánimo decaído. Dios Padre nos ha enviado a su Hijo, que, por su muerte y resurrección, ha dado vida y fortalecido la humanidad.
Lo que para el hombre es debilidad, para Dios es fuerza salvadora. Y apoyados en esta fuerza salvadora, que es Cristo Jesús, nos atrevemos a pedirle que nos regale la santa alegría, la misma que Jesús dio a sus apóstoles el día de su resurrección; la santa alegría que «libera de la esclavitud del pecado» (Jn 8,34) y nos lleva a los gozos eternos del cielo.

El Espíritu de Dios habita en vosotros.
Dios Padre se lo ha revelado a la gente sencilla.
(Rom 8,9; Mt 11,25)

Oración sobre las ofrendas
PADRE DEL CIELO, QUE ESTE SACRIFICIO CONSAGRADO A TU NOMBRE NOS PURIFIQUE Y NOS ENCAMINE, CADA DÍA MÁS, HACIA LA VIDA ETERNA.

El pan y el vino son nuestra ofrenda y sacrificio que hacemos a Dios, pero que hemos recibido del mismo Dios y que adquiere todo su valor cuando Dios los acepta y dejan de ser pan y vino para ser el cuerpo y sangre de Cristo Jesús. Este es el verdadero sacrificio consagrado a Dios y por él le pedimos que nos purifique.
Así, de día en día, purificados, con nuestro trabajo cotidiano, paso a paso, llevando a la práctica lo que Dios quiere de cada uno de nosotros, llegaremos a participar en la vida del cielo, final de nuestro peregrinar en la tierra.

Nuestros ojos y nuestro corazón
están fijos en el Señor,
de quien esperamos la misericordia.
(cf 2 Cró 20,12)

Oración después de la comunión
ALIMENTADOS CON TAN GRANDES DONES, TE PEDIMOS, PADRE, RECIBIR SUS FRUTOS DE SALVACIÓN Y NO DEJAR NUNCA DE ALABARTE.

Esta oración nos recuerda que recibir la comunión debe ser para el cristiano una acción frecuente, siempre que esté bien dispuesto para ello y no sea por rutina. Comulgar debe constituir en el cristiano la acción sagrada del día por excelencia. Es el sacramento de la salvación, que todos necesitamos.
Por eso pedimos el aumento de sus frutos. La salvación ya ha sido realizada y está produciendo sus frutos en nosotros. Pero Cristo Jesús, el autor de la salvación, desea que colaboremos con él en este trabajo: llevar con Jesús a plenitud la salvación del mundo, porque él quiere que todos nos salvemos, ya que murió por todos, por todos resucitó y para todos está preparando un lugar en su reino. En silencio, habla con Jesús y pídele este aumento de salvación para todos.

Escucha la voz del Señor, que te dice:
quien participa de mi cuerpo y de mi sangre,
habita en mí y yo en él
(Jn 6,56)

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