IV Pascua (B): El buen Pastor

         Del Evangelio según San Juan 10,11-18.

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: «Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

1.- Entre setiembre y octubre se celebra la fiesta de los Tabernáculos. Los hebreos recuerdan durante siete días cuando vivían en tiendas de campaña antes de conquistar la tierra prometida. En este tiempo tenían en el Tabernáculo el candelabro de los siete brazos, los panes de la proposición, y en un sitio más recogido el Arca de la Alianza, que contenía las Tablas de la Ley, la vara de Aarón y el maná (cf Heb 9,4). Durante esta fiesta, Jesús se ofrece como el agua viva, la luz del mundo, el Hijo y Enviado del Padre, y después de enseñar cuál es el itinerario de la fe al ciego de nacimiento, se propone como el buen Pastor. En los capítulos del ciego de nacimiento y de la resurrección de Lázaro (cf Jn 9.11), Juan presenta las tensiones que hay entre los responsables de la fe hebrea y Jesús. Tal es así, que desvela dos mundos irreconciliables: expulsan al ciego de la Sinagoga, y cuando se queda solo: sin familia, sin conciudadanos, sin Dios, es cuando «ve» a Jesús como Mesías: cree en él. La tensión entre los judíos y Jesús continúa en el evangelio que acabamos de leer. Jesús es el buen Pastor, como el Señor fue el buen Pastor de Israel desde que los sacó de Egipto y los introdujo en la Tierra prometida. Y será su pastor cuando los conduzca de nuevo desde el destierro a Sión (cf Jer 31,10; Is 40,10).  También será un buen Pastor un descendiente de la casa de David, como personaje único, como único será el rebaño. Y este pastor se diferenciará claramente de los que no cuidan el rebaño, porque son asalariados, mientras él entra por la puerta, y conoce a las ovejas, y ellas lo conocen a él. Esta tensión se prolonga y culmina cuando acuerdan la muerte de Jesús porque ha resucitado a Lázaro: «Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos, y nos destruirán el lugar santo y la nación» (Jn 11,48)

2.- Conocimiento y amor al rebaño es lo que diferencia a los buenos pastores de los malos. Es una alusión a los que cuidan la religión de Israel, y es también Jesús el nuevo tabernáculo, que sustituye definitivamente al viejo cuando el Señor lo resucita de entre los muertos. Él es el nuevo templo del Señor (cf Jn 2,19-22), porque ha establecido la auténtica relación de amor fraterno, que es la que revela la religación de amor con el Señor. Pero la vida de Jesús, en la que en el tiempo de Juan ya se contempla con la pasión y muerte, va más allá de la imagen que entraña el Señor como Pastor en la historia de Israel. Jesús, buen Pastor, da la vida, entrega su vida, no duda en llevar su entrega por sus hermanos hasta la muerte. Es la imagen cabal del Pastor opuesta a los asalariados que abandonan el rebaño ante cualquier peligro; y peor: los que usan el rebaño para beneficio propio; lo contrario al amor. Pero Jesús también es pastor de los que aún no pertenecen a su rebaño. El mandato que da a sus discípulos antes de introducirse en la gloria del Padre es muy explícito: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). La comunidad cristiana no puede olvidar que Jesús es de todos, y dicha conciencia la debe hacer explícita por la proclamación de la Palabra y por hechos de amor.

3. Jesús es el único pastor de su Iglesia, además de ser su cabeza. Los demás que él ha constituido pastores no lo sustituyen, sino son signos de su presencia. Jesús, aunque esté sentado a la derecha del Padre, no abandona a su rebaño, porque le ha dado su Espíritu. Pero los que él ha hecho pastores, representantes suyos, deben vivir la experiencia de amor divino, que les lleva a dar la vida por el rebaño, si es necesario. Es la única manera que hay para que el «rebaño tenga vida, y la tenga en abundancia». Por eso no se puede concebir en la Iglesia un pastor egoísta, que huya ante las adversidades, sobre todo en este tiempo en que están martirizando y asesinando a muchos cristianos en Oriente Medio y en África. – Por otra parte, vivimos en un mundo donde se dan toda clase de ideologías, sentidos de vida, propuestas de felicidad humana fundadas en creencias muy diferentes. Y lo que es peor: es que tales ofertas de felicidad o de fe son expresiones de nuestra mente, de nuestra imaginación, de nuestra inteligencia, de nuestra buena voluntad. Y hay que entrar por la puerta del aprisco, es decir, por Jesús, que es el único Mediador y Centro de las relaciones con Dios y con los hermanos, porque es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Él nos da la seguridad de que andamos en el camino correcto, y su revelación del Señor es la que en verdad es y existe: Dios es amor y nos ha dado a Jesús para nuestra salvación (cf Juan 3,16; 1Jn 4,8.16).

 

 

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