Vertiginosa transformación de la Historia

Reflexiones

Antonio López Pina

Hace un cuarto de siglo, en una ocasión similar, decía yo: por más que no me duelan prendas y que, para algún que otro sector accidental de mi vida, acepte el mercado como encarnación parcial de la razón, las Culturas francesa, alemana y española me arman, para no renunciar a la ética pública y a la igual libertad de todos los hombres sobre la tierra, cuestionadoras de toda relación de poder.

Dos décadas después, tal planteamiento de fondo se traduce actualmente, en un pasaje literario, que por su fuerza expresiva no me resisto a citaros: todas las relaciones firmes con sus correlatos de venerables imágenes y concepciones del mundo se disuelven; todas las nuevas quedan anticuadas antes de tener tiempo para envejecer. Todo lo socialmente estructurado y que aún continúa en pie se volatiliza, todo lo sagrado se profana … la misma dignidad personal, los lazos naturales entre los hombres son disueltos en su valor de cambio, en el nudo interés, ahogados en el hielo del cálculo egoísta, ..

Cuando miro alrededor, tengo la sensación de encontrarnos al borde del abismo. Es como el final del mundo antiguo: todo está siendo sacudido, gira además vertiginosamente, y una salida de emergencia, asideros, no digamos una brújula, no aparecen por parte alguna. Siento así estar ante la inminencia de que, antes o después, la tierra y la Humanidad pueden no aguantar el desenfreno de la codicia y el mal desencadenado; ciertamente, no puedo en esta hora pensar bien del hombre, y algo … puede hacerse insostenible.

Europa y sus identitarismos

Varios espectros surcan Europa: el denominador común es una suerte de mayoritario racista-cultural-nacionalismo (blancos frente a no-blancos; nacional-identitarios frente a no-nacional-identitarios, en su caso, extranjeros y refugiados). El mismo puede ir acompañado o verse antagonizado por fundamentalismos religiosos (cristiano-integrista, judío-sionista, musulmán-islamista). Este último, si, de un lado, suele provocar islamofobia como reacción; de otro, está en el origen tanto del racismo anti-nativos (en Francia, en Alemania) como de unos retorno y extensión del antisemitismo (en Francia, en Alemania). A tales ejes de división y de conflicto, hay que añadir el, desde 1978, en auge, identitarismo de género (mujeres, hombres y lo que entretanto se entiende por comunidades LGTBs).

La diversidad racial-cultural-nacional, religiosa, de género, territorial, lingüística … genera variadas identidades culturales, fuentes del pluralismo político-cultural en nuestros Estados-nación. Ello puede bien traducirse en riqueza cultural y en el pluralismo de nuestras democracias; o, por el contrario, dar lugar a extravíos de las mismas. Nuestros Estados de Derecho y el consiguiente estatuto de la ciudadanía brindan las garantías institucional y política de la plena integración en nuestras sociedades. Sin embargo, cuando las identidades culturales se enrocan, hacia el interior, en términos fundamental- racial-cultural-nacionalista-comunitario demagógicos, de religión, sexo, territorial o de lengua, niegan el pluralismo, vulneran los derechos fundamentales de los ciudadanos y suspenden, con la división de poderes, la democracia representativa – pensad sin más en la cuestión catalana. Y, cuando las identidades culturales se bunkerizan, hacia el exterior, fragmentan nuestras sociedades hasta el extremo de discriminación social, polarización política, enfrentamientos menos o más incruentos de guerra civil o de sangriento terrorismo, eventualmente, incluso de una voluntad de secesión territorial del Estado, al que los ciudadanos de tal ámbito, previamente, pertenecían, revelándose, a la postre, como versiones de racial-fascismo como forma de Estado y de gobierno.

El choque de Civilizaciones

El atentado contra las Torres gemelas del World Trade Center, 11 de septiembre (2001), en Nueva York, las guerras de Afghanistán, Irak, Chechenia, Libia, el conflicto entre sunitas (Arabia Saudita, Egipto) y chiitas (Irán) y muchos otros acontecimientos y procesos muestran que las civilizaciones, las religiones, la historia, juegan, actualmente, en el origen de la violencia, de las tensiones y las amenazas del mundo, un papel tan significativo, al menos, como la economía y las relaciones de poder. Incluso, cuando se habla de la diversidad de regímenes políticos y se trata de explicar las diferencias entre, de un lado, las democracias de Europa y de Estados Unidos, y, de otro, las dictaduras de Rusia, China y Turquía, entre Occidente y todo Oriente – salvo Japón –, al fin de justificar y glorificar las diferencias, se invoca la historia, las tradiciones y costumbres, los pueblos, las civilizaciones.

De forma semejante a 1918, el reajuste mundial en paz, provocado, en 1989, por la quiebra de la Unión Soviética, se ha revelado como un espejismo. La difuminación de las ideologías y el culto a la diferencia, en la estela de mayo de 1968, proyectados al “fin de la Historia” (Francis Fukuyama) de 1989, ha resultado, más que en un orden estable y pacífico, en un violento emerger de sentimientos y reivindicaciones identitarios, que, por naturaleza, se definen no meramente como intolerantes sino como recíprocamente incompatibles. El mundo del siglo XXI se asemeja, así, bastante al choque de civilizaciones descrito por Samuel Huntington , sin perjuicio del solapamiento, una y otra vez, con la división por clase social.

Los identitarismos y el racial-fascismo

Si ello refleja las conflictivas relaciones internacionales, adicionalmente, en el seno de nuestros Estados-nación occidentales, no obstante la tabla de derechos fundamentales y la división de poderes, la promesa de una segura (Hobbes), pacífica e igual libertad (Kant) tropieza con toda suerte de identitarismos excluyentes que se ghettoizan, fragmentando, si no incendiando nuestras sociedades en una más o menos fría guerra civil.

Se ha dicho que “nacionalismo frente a globalización, bien pudiera ser el conflicto político definidor de esta época. Dondequiera miremos – a Estados Unidos, Italia, Alemania, Reino Unido, por no hacer mención de China, Rusia y La India – el auge de los identitarismos racial-nacionalistas frente a los extranjeros, cuando no frente a los diferentes en el propio país, ha devenido la fuerza mayoritaria determinante de los acontecimientos políticos”.

Tal contraposición puede encandilar. Sin embargo, la misma me parece simplificadora y sesga la mirada para el contraste fundamental. Decía Primo Levy, que cada época tiene su fascismo. El racial-fascismo como forma de Estado y de gobierno parece llevar camino de extenderse. Excúsenme, por favor, los señores secesionistas catalanes, si, de forma semejante al que, en paralelo, está en auge en Italia, Austría, Hungría, Suecia, Estados Unidos , del que, tras de los disturbios de Sajonia, acaba Alemania de cobrar conciencia, y amenaza cristalizar en el Brasil de Bolsonaro, comprendiéndoles también a ustedes, enemigos declarados de la mitad de la sociedad catalana y de España, empleo, en adelante, el término de racial-fascismo. En modo alguno deben interpretarlo como insulto, ¡un respeto!; se trata simplemente de una descripción, sin que ello comporte juicio de valor alguno de su proyecto político. Excúsenme por la ironía, con la que únicamente puedo dialogar con los empeñados en la secesión de Cataluña.

La alternativa al racial-fascismo no es como pretende Anatole Kaletsky la globalización o una cualquiera globalización. Desde la Ilustración, quedó, de una vez por todas, definido el lema de la izquierda como el logro de una segura, pacífica e igual libertad en dirección al progreso. Lo que significa tanto como hacer realidad para el género humano la equivalencia, bajo el Derecho, de las condiciones de existencia. Ciertamente, no hay y no va a haber a medio plazo un gobierno mundial. Pero en la estela del multilateralismo de las relaciones internacionales, ¡vaya si sería benéfico no solamente para los europeos o para Occidente sino globalmente para la Humanidad, que la Unión Europea enmendara los actuales Tratados, haciendo suyo tal ideal!

Mi toma de posición

En el mundo que nos rodea hay demasiado advenedizo que no sabe qué hacer con sus complejos — desde la Casa Blanca y la Bolsa de Nueva York a nuestros Congreso de los Diputados, Senado y autoridades de las Comunidades Autónomas, pasando por internet, la caverna de las redes sociales, de la televisión, los anuncios, El Corte Inglés y los medios de difusión, que hacen que tantas gentes tomen por su vida las sombras de sí mismos, que sobre las paredes de su encierro proyectan los demagogos de turno y los reflectores comerciales. A diferencia de ellos, muchos sanantolineros estamos hechos, de piés a cabeza, de una pieza; ya antes de la República y desde entonces, muchos hemos sido así. El desarraigo expresa, según Claudio Magris, la metáfora central de la condición humana contemporánea: y, sin embargo, yo me he sentido en todas partes como si estuviera en las Cuatro esquinas o en la Plaza de Santa Catalina. A fuer de sincero, únicamente en medio de los advenedizos españoles y europeos de esta hora me he sentido extraño.

La vida como lucha, Leitmotiv que inspirara mi alejamiento de Murcia, se concretó, desde las Cortes Constituyentes, políticamente para mí, en el programa de una segura, pacífica e igual libertad para todos bajo el Derecho en búsqueda del progreso.

Un valor añadido nada menor de aquéllos años fue la elaboración, en el Hotel Conde de Floridablanca, Barrio del Carmen, del Estatuto de la Comunidad Autónoma de Murcia. El mismo respondía a mi visión de una España federal: como una comunidad moral de destino en la Historia, fundada en la educación y el trabajo, que abraza y da morada en solidaridad a todos, también a los inmigrantes y refugiados, sobre nuestra hermosa piel de toro.

Nadie me ha convencido, de que hubiera de mercadear con el lema de la pugna por la segura, pacífica e igual libertad, que la Murcia de mi adolescencia había grabado como a fuego en mí. Y así, desde 1991, en no importa qué rincón – desde Atenas, Berlin, Estrasburgo y Roma vía a Viena, Madrid, Salamanca y Granada a Londres, Oxford, Harvard y Washington, – y como anti – modelo a las relaciones existentes de poder, he pensado y debatido con otros colegas la construcción de Europa al servicio de la paz y la igual libertad de la persona. ¿Está Europa constituyéndose? Eso es asunto mío.

Cierre

Concluyo. Ante los vertiginosos cambios que vivimos, estamos ante ¡una crisis de civilización!, dejemos atrás el resentimiento, la resignación, el escepticismo y el pesimismo y el miedo que nos atenaza que, en España, Europa, Estado Unidos e Iberoamérica, sólo conducen al racial-fascismo como forma de Estado y de gobierno. Ciertamente, no somos capaces de controlar el cambio tecnológico impulsado en Estados Unidos por Sillicon Valley, por China, La India, Japón, Rusia, por la propia Europa así como tampoco algunos de sus correlatos. No obstante, en nuestras manos está regularlo jurídicamente y gobernarlo – por ejemplo, aplicando el principio de justicia fiscal, de nuestra Constitución, a las denominadas GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft), así como al capital europeo y español, sin ir más lejos.

En tal sentido, que nadie piense que el postulado, políticamente ilusionante, de progreso igual para todos en una Europa de vocación cívica universal, sea un proyecto a la defensiva de la vieja guardia de un puñado de Constituyentes; está simplemente a la espera de que, a paso de olimpíada, una legión de jóvenes españoles y europeos, de 15 a 45 años, devuelva a España y a Europa a los grandes ideales de la Ilustración.

Una tarea comprometida, pero, … ¡apasionante!

Palabras pronunciadas en Murcia el 14 de noviembre de 2018. Museo Ramón Gaya.

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