IV ADVIENTO (C)

Del Evangelio según San Lucas 1,39-45.
En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

1.- El ángel anuncia a Zacarías que será padre de un niño. Juan es un don del Señor, como Isaac (cf Gén 18,10-14), Samuel (cf 1Sam 1) y Sansón (cf Jue 13). La oración de petición de Zacarías al fin es escuchada por Dios. Zacarías e Isabel son un matrimonio creyente y obediente, atento a la Palabra del Señor; son justos en cuanto cumplidores de la Ley (cf Lc 1,6), y preceden al justo José. María también recibe como un don al Salvador. Entonces, todo se llena de gozo y paz cuando el Señor regala lo más valioso que tenemos: la vida. Goza Zacarías, Isabel, María, y las dos primas cuando se encuentran. Comienza el Evangelio del gozo y la alegría. Es el gozo de la presencia del Señor en la historia al crear vida, presencia que se revela ―para el nacimiento de Juan―en un espacio sagrado y majestuoso como es el templo; ―para el nacimiento de Jesús―en una humilde casa de una humilde familia en un humilde pueblo, Nazaret.

2.- El centro del relato está en el encuentro de ambas madres, el salto de alegría de Juan y las palabras de Isabel: « ¡Dichosa tú que has creído!». María se ha puesto a disposición del plan salvador del Señor. Quiere decir que ha confiado en su propuesta; se ha fiado y abandonado a su voluntad, porque previamente ha sido agraciada con su relación de amor, que se expresa cuando el Espíritu la cubre con su sombra. Entonces, surge la vida de Dios en la historia humana por el encuentro de dos libertades, pero la libertad de María está iluminada por la gracia divina: es «llena de gracia». Cuando Dios ayuda, se acierta en el cumplimiento de su voluntad, que en María es aceptar el ser Madre del Hijo de Dios.

3.- Como María cumple la voluntad del Padre, fiándose de la propuesta del Señor para ser Madre del Salvador, también nosotros cumplimos la voluntad de Dios cuando defendemos la dignidad humana de todos sus hijos, hermanos nuestros. Y cumplimos la voluntad del Padre, cuando, abiertos a su relación de amor ―es la gracia divina―, somos capaces de realizar lo que María hace con su prima Isabel: compartir la alegría de ser madres, de vivir para transmitir vida, y servir, ayudar, poner a disposición de los que nos necesitan todas nuestras capacidades naturales. Es lo que hace la joven María con Isabel, embarazada, llena de años y de felicidad.

¿Te gusta el Blog?

Comparte con tus amigos para dar a conocer Familia Franciscana.