CUARESMA

P. Ruiz Verdú OFM

Cuaresma = cuarenta día. Nos vamos al desierto con Cristo. Se trata de revivir con él, en el desierto. los largos años de peregrinación de los israelitas hacia la tierra prometida. Durante esos años sintieron hambre y sed, desaliento y rebeldía, tentaron a Dios; pero en medio de todo esto y a pesar de ello, experimentaron la ternura de Dios, su cercanía -de la cual dudaron-, su misericordia y su amor. Según san Pablo, “todo esto fue escrito para escarmiento nuestro” (1Cor 10,11). Moisés fue el mediador ante Dios de su pueblo
El tiempo de Cuaresma debe ser para nosotros un tiempo positivo; tiempo en el que debemos esforzarnos por superarnos y purificarnos, y así dar a Dios una respuesta en consonancia con el Evangelio de Jesús.
Comienza la Cuaresma con la imposición de la ceniza, signo que la Iglesia primitiva recibió de la tradición judía. Las palabras que acompañan al rito de imposición expresan de algún modo el significado de la Cuaresma: “Acuérdate que eres polvo y en polvo de convertirás” o “Conviértete y cree en el Evangelio”.
Convertirse significa volverse hacia Dios (la 1ª conversión), o disponernos a escuchar la voz del Señor con más frecuencia e intensidad para mejorar nuestra vida cristiana (2º conversión que es continua): “Si escucháis hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón”.
Durante la Cuaresma se trata de vivir la experiencia de la ternura e intimidad con Dios. Es el Padre, quien en Cristo Jesús, tiene la iniciativa y sale a nuestro encuentro para conducirnos a la participación de la gloria de la resurrección. Nuestra respuesta cuaresmal consiste en dejarnos hacer por el Espíritu Santo, consciente y libremente, como el barro en manos del alfarero.
Pero desde el amor y con amor.
Se suele decir que la Cuaresma es tiempo de penitencia. El cristiano no debe olvidar que la vida cristiana es un camino continuo de conversión, de penitencia, orientada hacia Dios (oración), hacia el prójimo (limosna) y hacia nosotros mismos (ayuno), todo lo cual nos ayuda a dominar nuestras tendencias negativas y a acrecentar las tendencias positivas, sin olvidar que es Dios quien dirige y acompaña nuestra Cuaresma. Acerca de estas tres cosas nos van instruyendo las lecturas y oraciones de este tiempo cuaresmal.
A todo lo cual hay que añadir el sentido eclesial. Celebrar la Cuaresma es, por tanto, vivirla unido a la Iglesia. No se trata tan sólo de actos individuales, que yo hago para mí y en favor mío, sino que tengo presentes en el ayuno, en la limosna y en la oración a los más necesitados, que se ven obligados a soportarla ¡porque sí!.
¿Qué debemos hacer durante la Cuaresma? Es una pregunta que algunos cristianos se suelen repetir cada año.
En primer lugar, nuestro alimento, durante el tiempo cuaresmal debe ser el Pan de la Palabra de Dios y el Pan de la Eucaristía. Recordemos la respuesta que dio Jesús al diablo a la primera tentación: “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boda de Dios”.

Pero, hagamos la pregunta de otra manera: ¿cómo podemos mejorar las cosas que hacemos; la relación con el prójimo, la oración, nuestro ayuno, no tanto material, sino de defectos o tendencias?¿Qué cosas hay en mí que no agradan a Dios
No se trata de añadir cosas nuevas a las que ya hacemos, sino de hacer bien lo que hacemos y dominar nuestras pequeñas o grandes pasiones. Se trata de acompañar a Cristo Jesús que todos los días sale a nuestro encuentro y nos da su mano. Cogerse a ella, aunque alguna vez sintamos sus llagas.
Estas cosas, hechas con espíritu interior, nos ayudarán a vivir la Cuaresma sin llamar la atención, en silencio. “Y vuestro Padre que ve en lo escondido te recompensará”. ¡Solo Dios basta!

“Jesús sea tu deseo,/ Jesús tu camino y guía / Jesús tu paz y alegría / Jesús tu amor y tu empleo”

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