PAZ Y BIEN

RESONANCIAS BÍBLICAS DEL SALUDO FRANCISCANO

IX

Por Antonio G. Lamadrid

BIEN Y PACTO

En la literatura neoasiria, sobre todo en los Anales de Asurbanipal, la presencia de «tabtu» (= el bien) junto a «adê» (= pacto) está ampliamente documentada. He aquí algunos ejemplos: A la vista de las calamidades que azotaban a Arabia y a su rey Uaite, el pueblo se preguntaba: «¿Por qué viene sobre Arabia todo este mal? Y mutuamente se respondían: Porque no guardamos los grandes pactos de Asiria; porque pecamos contra el bien de Asurbanipal». Este texto de los Anales de Asurbanipal evoca necesariamente Os 8,1-3 y Dt 29,23-28; cf. Jer 22,8-9; 16,10-13; 1 Re 9,8-9. «Yauta, hijo de Azael, rey de Kidri… pecó contra los pactos (concluidos) conmigo y no guardó el bien, sino que se sacudió el yugo de mi soberanía» (Anales de Asurbanipal).

En el primer texto se decía «no guardar el pacto», «pecar contra el bien»; en el segundo, en cambio, se dice «no guardar el bien», «pecar contra el pacto». Este uso indistinto de fórmulas acentúa todavía más el paralelismo entre «adê» (= pacto) y «tabtu» (= el bien).

Los citados Anales ofrecen otros muchos ejemplos.

En una lectura comparativa de las cartas 136 y 138 de El Amarna se observa que son paralelas estas tres expresiones: «hacer la paz», «concertar el bien» (= establecer relaciones amistosas), «hacer alianza».

En la correspondencia entre las cancillerías de Egipto, Babilonia, Asiria y Mitania, el término «tabutu» (= el bien) recurre con frecuencia con motivo de la negociación de nuevas alianzas o la renovación de las ya existentes. Dicho término aparece también en paralelismo con «ahutu» (= hermandad), otro de los términos técnicos para designar el pacto o su contenido: «Entre los reyes (debiera existir) hermandad, amistad (lit. el bien), paz y buenas relaciones».

En la 1ª carta de El Amarna, Amenofis III escribe al rey de Babilonia y le dice: «A propósito de esto me escribiste también tú diciendo: Haya hermandad amistosa (lit. hermandad buena) entre nosotros».

Con el mismo sentido técnico de «amistad» o «buenas relaciones», concertadas a través de un pacto, encontramos tres veces el término arameo tbt’ en las estelas de Sefire.

EL BINOMIO «BIEN-PAZ» Y EL PACTO

Según el P. Morán, el binomio «tubtu u sulummú» (= bien y paz) se emplea solamente en relación con el pacto, para expresar su contenido. Parece tratarse de una expresión antigua que continuó vigente hasta el período neobabilónico. He aquí dos ejemplos: «Concertó el bien (i. e. amistad) y paz con Asur-bel-Kala, rey de Asiria». «En tiempo de Asur-bel-Kala, rey de Asiria, Marduk era rey de Babilonia, y establecieron relaciones amistosas (lit. el bien) y paz mutua entre ambos».

Los ejemplos podrían multiplicarse aún más con «damqatum» (= el bien), que se usa como sinónimo y en vez de «tubtu» durante el período de Mari. En este sentido son significativas las siguientes expresiones: «Los mensajeros del rey Esnuna vinieron a la corte para concertar paz y bien (i. e. relaciones amistosas)». «Paz y bien (i. e. buenas relaciones) han sido establecidas en toda la tierra».

En el período neoasirio «damiqtu» y «tubtu» en el sentido de «bondad-beneficio» se usan indistintamente.

 CONCLUSIÓN

«Paz y Bien»: he ahí una fórmula que sobrevive desde el segundo milenio antes de Cristo hasta nuestros días. La fórmula es la misma, pero el contenido, no. Aun permaneciendo las mismas, las palabras van cambiando de significación con el correr del tiempo y según los diversos ambientes. Esto ha ocurrido también con la expresión «paz y bien». Al pasar del uso profano al mundo de la Biblia, la hemos visto cargarse de contenido teológico, hasta el punto de convertirse en la fórmula estereotipada y técnica para expresar la futura salvación mesiánica. Llegada la plenitud de los tiempos, la fórmula ya no es tanto una mera expresión cuanto una persona. La Paz y el Bien son Cristo. Por lo que se refiere a la paz, san Pablo lo afirma expresamente: «Cristo es nuestra Paz» (Ef 2,14). Es nuestra paz, porque nos ha puesto en paz con Dios; porque ha llevado a cabo la pacificación mutua entre los hombres, derribando los muros de separación, odio y hostilidad que los tenían divididos; porque «mediante la sangre de la cruz, ha pacificado todas las cosas, las de la tierra y las del cielo» (Col 1,20)

 

Es decir, el saludo «Paz y Bien», en labios cristianos, resume en sí todos los bienes de la Redención y al Autor de los mismos.

 

[Selecciones de Franciscanismo, vol. III, núm. 9 (1974) 249-262]

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