ADVIENTO

    María de los Ángeles Hernández-Gil

Con el final del Año Litúrgico da comienzo el Adviento: el primer período del año litúrgico cristiano. La preparación espiritual para la celebración del nacimiento de Jesús. Adviento viene de una palabra del latín: Adventus-us  que quiere decir llegada, venida: son cuatro domingos que culminan con la Navidad. El primer Adviento lo celebraron los judíos, que estaban a la espera, pero ellos no aceptaron; se quedaron simplemente, no avanzaron en un tiempo que no reconocieron, y que continúa a través de los siglos, aunque se mantenían siempre expectantes, vigilantes. Los colores que se utilizan para toda la liturgia de Adviento es el morado, el mismo que en Cuaresma; pues son tiempos de preparación para la Navidad y la Pascua respectivamente. Este ciclo es tan importante, que si la fiesta de  la Inmaculada coincide en domingo debe pasar al día siguiente o al anterior, a no ser que en el ámbito de una Conferencia Episcopal lo exija.

Los cristianos consideramos el Adviento como unas semanas de meditación, oración, alegría. Nos situamos en la espera alegre de la llegada del Mesías, y, en ese Niño nacido en un pesebre, encontraremos el amor de Dios, reflejado  en Cristo Jesús. Se trata de caminar juntos, estar con Él, imitarlo, participar en su Venida.

María es la criatura clave en los acontecimientos del Adviento. Es la espera verdadera. Su cultura bíblica, en la sinagoga de los sábados, mantiene su corazón alerta, rebosante, sin saber exactamente qué pasará.  Pero Dios le ha pedido “permiso de entrada” en la Tierra. Su única objeción es la virginidad: supone una riqueza “Cotizada Siempre”, y en su caso también está prometida… ¿Quién conocía los planes de Dios? la maternidad, es otra riqueza muy preciada por el pueblo judío; abunda en los textos. El compromiso al aceptar; aunque no lo tuviera todo claro, es meterse en un gran lío. Fiada de Dios (cfr. “Marialis Cultus” de Pablo VI, sobre la integración de María en los problemas de su tiempo. El Magnificat nos indica que sabe por dónde va la humanidad. La sociedad). Resuelta la duda, solo cabe un SÍ INCONDICIONAL por su parte: y se denomina esclava. En la espera de esos nueve meses nos alegra acompañarla en el silencio, en el reposo de la oración.  Y San José, ¿le tuerce Dios sus planes de esposo israelita como todos? Él ha aceptado a su esposa.

Las lecturas que marcan el inicio del ciclo de Navidad son del profeta Isaías; con tono profético nos habla de la venida de un mesías que nos traerá la paz y nos anima a caminar a la Luz del Señor (primer domingo), esta paz nos hará que todo el mundo viva en armonía. Otros textos, igualmente señalan la llegada del Mesías Salvador. Para los cristianos es un tiempo de reflexión, se caracteriza por la espera vigilante; esperanza y vigilia, arrepentimiento y perdón. Juan el Bautista, el precursor que prepara los caminos para la llegada de jesús de Nazaret y se incluye en el segundo, y también en el tercer domingo. María de Nazaret se presenta en las lecturas del cuarto domingo, sola o acompañada de Isabel. Modelos creyentes, en los evangelios donde contemplamos la llamada a estar atentos, y que la Iglesia ofrece a los fieles para preparar le celebración de la venida de Jesucristo.

Cada Iglesia cristiana tiene sus particularidades propias en el Adviento. La Iglesia Ortodoxa incluye la abstinencia de ciertos alimentos, un ayuno estricto conocido como el ayuno de la Natividad. Durante las cuatro semanas  es tradición colocar en las casas una corona de pino con cuatro velas, y cada semana se enciende la que corresponde y se asigna un propósito para mejorar, el amor; la paz, la tolerancia; la fe. En muchos hogares cristianos, y en todas las iglesias, las familias se reúnen ante la corona, se lee la Biblia y se hace alguna meditación.

Cuatro luces, una promesa de vida. El Adviento no solo es un tiempo especial de la liturgia cristiana, sino una ocasión universal de gozo y compromiso por la vida. El Papa nos advierte de que el Adviento no sea mundano, sino un tiempo para purificar la fe. Continúa diciendo, que el tiempo de Adviento tiene tres dimensiones. Pasado, presente y futuro; nos recuerda  que es fácil que nos acostumbremos a la fe, olvidando su vivacidad, en el sentido de que cuando nos “acostumbramos” perdemos esa fuerza de la fe, esa novedad de la fe que siempre se renueva.

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